La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.
Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.
Eugenio Montejo ya no está físicamente con nosotros. Aunque ya su poesía lo había hecho inmortal hace ya tiempo.
Hermoso homenaje. Besos.
ResponderBorrarmuera la muerte
ResponderBorrarte luciste con este homenaje amigo
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