Esta mañana el leer la columna semanal de Miguel Salazar en su publicación periódica "Las Verdades de Miguel" me hizo pensar sobre lo lejos que estamos de la utopía socialista con la que sueñan muchos partidarios de la revolución liderada por Hugo Chávez. Salazar, como es costumbre en él, hace un montón de denuncias de cosas que él se va enterando con sus fuentes. Esta semana habla del despelote en la televisora estatal TVES y sobre el impresionante poder acumulado por el ministro Diosdado Cabello, al que le atribuye el control de personajes tan izquierdistas como Santana el líder de La Piedrita o tan ultraderechistas como ese sector que todavía sobrevive en nuestras Fuerzas Armadas.
Hay muchas realidades en esta revolución. He visto de cerca muchas muy buenas, como lo que hace la Misión Milagro, o lo que se ha hecho para que todo el mundo pueda cobrar una pensión del Seguro Social. Pero también he visto cosas muy malas, tal vez no tan de cerca como esto que cuenta Salazar de TVES, pero si he visto la discriminación en cuanto los contratos con el gobierno, el como exigen comisiones por darte contratos, hasta 40% en algunos casos, o la criminalización injusta del sector privado como si todo el mundo que libremente se dedique a alguna actividad industrial o comercial privada ya automáticamente sea un ladrón o un explotador, y la inoperancia de muchos planes del gobierno como fundos zamoranos que no funcionan o proyectos mal diseñados y ejecutados en muchas áreas por negligencia o corrupción.
Esta mezcla de fanatismo socialista, corrupción generalizada, una economía donde se favorece al consumo en lugar del ahorro y la inversión y la ineficiencia en casi todo el sector público es una receta para el desastre. Si, el desastre es lo que nos viene si seguimos así. Y ni super Chávez podrá salvarnos esta vez.
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