Revocando gente

Ayer estuve acompañando a mi hijo menor en un evento de recolección de fondos para una fundación local que se encarga de dar clases de música y danza a jóvenes. Mi hijo participó tocando su teclado el famoso merengue venezolano "Compadre Pancho", que tocaba junto a otro compañero de clases, y finalmente le sacó una ovación al público con "Para Elisa" del mismísimo Beethoven.

Este agradable acto de día del padre fue combinado con lo típico de una verbena. Venta de comida, deliciosos postres y la infaltable cerveza fría.

Pero en otros lugares de la ciudad el CNE esperaba pacientemente que la gente viniera a firmar para revocar al ciudadano alcalde. Yo la verdad no vi nada. Ni una sola cola. La gente como que no fue a firmar nada. Lo que si noté fue como todo el pueblo amaneció con pintas para que revocaran al alcalde, tildándolo de ladrón y acusándolo abiertamente de mala administración y de haber malgastado los reales de la renovación de la Plaza Sucre, que por cierto es la plaza principal del pueblo y no se llama Bolívar como en casi todas partes.

Durante la verbena pregunté a varios amigos sobre las firmas para el revocatorio. Que que pensaban del alcalde. Lo que me dijeron fue interesante. Me contaron que el señor alcalde es el flamante dueño de dos camionetotas de estas llamadas Hummer, que cuestan la bicoca de varios cientos de millones de bolívares. También que el señor alcalde ya era dueño de tres casas en una lujosa urbanización. En fin, muchas razones por las cuales merece ser revocado.

Yo pensaba, y me preguntaba en voz alta, ¿dónde entonces está la revolución? La respuesta fue casi unánime. La revolución es esa, revolución para que roben ellos.

¿Y Uds. van a firmar para que lo revoquen? No. Ya el tipo se encargó de amenazar a los comerciantes para que no firmaran en su contra. El que firme le sale auditoría municipal. La sociedad de cómplices otra vez en funcionamiento. ¿Y entonces? seguí preguntando. Pues si ellos lo pusieron que lo saquen ellos, fue la contundente respuesta.