La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.
Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.
Eugenio Montejo ya no está físicamente con nosotros. Aunque ya su poesía lo había hecho inmortal hace ya tiempo.
3 comentarios:
Hermoso homenaje. Besos.
muera la muerte
te luciste con este homenaje amigo
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