lunes, mayo 01, 2006
El dulce de leche
Nuestro breve paseo por Calabozo me sirvió para un par de cosas interesantes. La primera fué el encuentro con uno de mis antepasados, pero eso es materia de otra nota. La segunda, y mucho más interesante para muchos, fué conocer en persona a una leyenda de mi niñez.
Creo que desde que tengo memoria recuerdo a mi padre alabar la dulcería criolla de la señora Matilde Oliveros de Calabozo. Que si la jalea de mango, que si el dulce de leche. Creo que mi papá a lo largo de décadas ha comentado la casi mágica habilidad de esta señora. Así que si mi papá se enteraba de que alguien pasaba por Calabozo siempre se preocupaba por preguntar por Matilde.
Hace algo así como un par de años tuve la oportunidad de conversar brevemente con un primo de mi papá quien comentó que él solía ir a Calabozo al menos una vez al mes. Mi papá, presente en ese almuerzo no vaciló en preguntarle por Matilde. El primo dijo que si, que Matilde seguía saludable aunque algo afectada por una caída que había sufrido cuando un maleante intentó atracarla. Cosas de esta vida moderna.
Este fin de semana cuando mi papá supo de mi viaje a Calabozo me encargó que fuera donde Matilde y le comprara jalea de mango. Que ni de vaina me regresara sin la jalea.
El motivo de nuestro viaje a Calabozo fué el matrimonio de un primo de mi esposa. Eso fué el sábado por la noche, así que ayer domingo fué que tuvimos la oportunidad de ir al centro de Calabozo, pasear por el museo, tomar algunas fotos, y, por supuesto, preguntar por Matilde y sus dulces. Después de un rato deambulando por las hermosas y calientes calles calaboceñas y un par de llamadas teléfonicas y preguntar a gente que tenía cara de ser de por ahí, ubicamos la casa de Matilde. Tocamos, entramos y por fin el personaje legendario, que ocupa muchos cuentos de mi niñez y mi juventud, aquel ser mágico capaz de hacer una jalea de mango digna de dioses, estaba frente a mí.
Matilde resultó ser una dulce anciana de baja estatura que nos atendió con esa cálida manera de ser que tenemos los venezolanos. Yo le comenté que veníamos de parte de mis primos en Caracas y le nombré algunos de ellos y una de mis tías. Ella muy lúcida inmediatamente me preguntó por ellos e incluso por otros de mis primos recordando a varios de ellos con mucho cariño. Yo seguía impresionado y por fin al cabo de un rato atiné a decirle que venía por la jalea de mango. Nos dijo que no estaba haciendo jalea ya que iba a empezar esta semana pero que tenía algo de dulce de leche. Nos vendió tres paqueticos como de medio kilo cada uno que contenía adentro una pasta de dulce de leche sencillamente exquisita.
La despedida fué breve y salimos agradeciendo el tiempo y la hospitalidad. Nos regresamos sin la jalea de mango, pero con un dulce de leche que vale oro.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
5 comentarios:
Es que el dulce de leche, si sabe a recuerdo, es oro. Excelente post, rom. Me gusto muchísimo
Jajaja!!! No hay nada mejor que los dulces hechos en Calabozo...;) (Lo dice alguien de allá)
casi que envío una muestra del dulce de leche a un laboratorio químico para que me averigüen la receta...
Excelente Post! y las fotos me encantaron!!
y aparte del dulce de leche, me mandas unas panelitas de san Juaquin!!!
uuufff simplemente sabroso...!!!
Romrod, de verdad q' me encantó este post. Me hicistes recordar a mi "Abuela" Carmen (bueno, abuela putativa). Ella vive en el Limon y siempre tiene dulces caseros & frescos las 24 horas del dia. Sus especialidades??? los suspiros & el dulce de lechoza. ¡Q' recuerdos, q' nostalgia!
Bye bye ;)
Publicar un comentario