El plan del sábado de gloria era proseguir con la pintura de las habitaciones. Plan roto al recibir la llamada que nos informaba de la muerte de un familiar algo lejano. No creo recordarlo por más que mi esposa me lo describe.
Nos alistamos mi esposa y yo y un poco después de mediodía atravesamos las calles semidesiertas de una ciudad en vacaciones. Maracay luce triste con el poco tráfico y con la luz gris que deja pasar un cielo encapotado.
La funeraria la ubicamos con facilidad. Es la única capilla velatoria con gente. Los comentarios de siempre. Un infarto, nada fuera de lo común. La sorpresa, lo repentino. Las tres cajas de cigarrillos diarias. El médico que lo atendió en el ambulatorio parecía novato. No se enteró que era un infarto hasta que fué demasiado tarde. Mucho llanto. Nos quedamos hasta que ya es hora de sacar la urna y colocarlo en la camioneta que encabezará el cortejo fúnebre al cementerio. Le comento a mi esposa que no ví ningún cura, nadie reza. Parece que ya vino el cura me dicen, rezó algo rápido y se fué.
El trayecto al cementerio es corto. Aun con lo lento de la caravana llegamos en unos diez minutos. El cementerio luce casi desierto. Unos pocos dolientes visitan a sus muertos y riegan la grama, colocan flores. Otros simplemente descansan pensativos. Hay mucho pasto seco. Solamente unas partes del cementerio están verdes. Casi todo el resto está seco. La sequía y la escasez de agua hacen que el sitio esté lleno de polvo. No es para menos. El calor es infernal.
Llega por fin la camioneta y nos indican en que parte será el entierro. Es del otro lado, por lo que movemos nuestro carro para ahorrarnos la caminata.
El entierro es rápido. Aquí tampoco hay cura. Nadie reza. Lo que hay es dolor y sentimiento. Llanto y lamentos. La zona donde queda la tumba es nueva y lo que hay es excavaciones y construcciones de nuevas fosas. Mucha tierra y polvo. Hay restos marchitos de flores de entierros recientes. Son los de esta semana. El aire es denso y hay un ligero olor a muerte. Ni siquiera el par de metros de profundidad y el concreto y el cemento son suficientes para contener los gases de la descomposición. Es muy tenue el olor, pero allí está. Le hago el comentario en voz baja a un primo y me responde que él también lo siente. Decidimos alejarnos un poco. Vemos que los obreros muy serios, proceden a girar instrucciones a los familiares para colocar finalmente la urna en su sitio en la fosa. Todos hacen silencio. Uno que otro llanto se escucha y se apaga con la ligera brisa. No hay palabras de despedida, solo dolor y sentimiento.
Me distraigo leyendo lápidas mientras terminan los obreros de encementar la tumba y los familiares empiezan ya a despedirse con sentidos abrazos. Llega otro muerto, y algo de gente, quizás unas quince personas nada más. El entierro de este nuevo muerto es casi al lado del que acabamos de presenciar. Nuevamente se procede muy rápido. Los deudos lloran, se despiden brevemente. Y otra vez, nadie habla, no hay palabras, nadie reza, no hay curas.
Observo al grupo por última vez y con mi esposa nos despedimos y nos dirigimos a nuestro automóvil. Hay mucho silencio.
Una tarde calurosa y triste.
Reflexiono sobre la ausencia de palabras, la ausencia de rezos, incluso entre gente religiosa. El dolor y el sentimiento que hace que se nos atragante cualquier cosa que intentemos decir. Así son los entierros de este pueblo.
6 comentarios:
aqui en CCS el dia estaba muy feo, como para enterrar a alguien, cayo el velo de Semana Santa...
Amigo ROMROD:
Las veces que fallecieron mis padres (en años diferentes) yo tuve que bajarme de la mula para que en la funeraria se diese una misa y al pie de la fosa se dispensara unas oraciones.
Ni siquiera me dieron la oportunidad de que yo "agradeciese" el gesto. Era condición sine qua non. Y no de la funeraria, sino de los propios curas.
Pienso que en ese descarado mercantilísmo de la fé católica, por parte de sus representantes, está una de las grandes razones por las que la gente desdice tanto de la Iglesia y termina abrazando otros credos.
Saludos.
P.D.: Tengo que reconer que el cura que estuve buscando por las iglesias de varias parroquias (hasta que lo conseguí) para que le impusiera los santos oleos a mi madre que estaba en terapia intensiva en la clínica, se negó a recibir algún tipo de ayuda, gratificación o limosna. Muy educadamente me respondió: "Eso, déjelo para la limosna de la misa del domingo."
De todo hay en la Viña del Señor.
Saludos.
asi es amigo Kbulla, de todo hay. Pero fíjate lo diferentes de los entierros nuestros a los que uno ve en las películas, esos entierros gringos donde se reunen en una iglesia y dan discursos...
Yo también he sentido ese olor al llegar al cementerio...y luego de comentarlo con mi esposo (que inmediatamente lo descarta diciendome exagerada) se lo atribuí al aguita que queda en fondo de los envases de flores de cada tumba.
Abur.-
Rom, todo depende de cómo hemos sido educados, en mi familia bebemos whisky y echamos chistes hasta más no poder, aprovechamos pa' chismear, etc...y tratamos sobre cualquier cosa de no llorar
Yo solamente te digo una cosa: si cuando muera hay un montón de viejas beatas rezando y llorando, no sé cómo, pero regresaré a aparecerme por la noche a CADA UNA de ellas.
A ver si así se les pasan las ganas.
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