domingo, septiembre 11, 2005

Un invierno en Chile

Es 1986. Llego al aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago al final del invierno. Es segunda vez que visito el país. Esta vez me toca alojarme una noche en el hotel Carrera antes de proseguir mi viaje en la mañana a Concepción. Cae la tarde temprano, hace frío y la humedad y la contaminación hacen estragos en mi nariz. El taxi rápidamente se abre paso en el pesado tráfico que a esta hora parece convertir la Alameda Bernardo O'Higgins en una lenta serpiente de escamas rojas. Unos minutos más tarde y llegamos al hotel. Con algo de apuro me bajo del taxi y pago con pesos que había cambiado en el aeropuerto. La acera frente al hotel está llena de otros turistas que llegan al mismo tiempo que yo. Veo con algo de aprensión como mi maleta la toman unos botones y pasa a formar parte de una pequeña montaña de valijas de diferentes formas, colores y tamaños. Me indican que pase al vestíbulo del hotel lo cual hago con gusto dado el frío y una pertinaz llovizna. La puerta es giratoria, de color negro con elegantes detalles en bronce. Me sorprende un poco su peso, la empujo con algo de fuerza y entro. El vestíbulo del hotel es muy amplio. Hay detalles de épocas pasadas, una gran escalera y un poco más allá, el mostrador donde me registro. Con eficiencia me indican mi habitación y un empleado uniformado me acompaña. No veo mi equipaje por ningún lado y pregunto algo preocupado. El empleado sonríe y me dice que ya está en mi habitación. Yo asiento con la cabeza, algo incrédulo. Subimos en un ascensor con unos huéspedes americanos que vienen de compras. Subimos al quinto piso. Otro vestíbulo amplio y elegante. Minutos más tarde la habitación y mi equipaje impecablemente colocado en una mesita. Algo asombrado le doy algo de propina al empleado del hotel quien amablemente me indica que puedo cenar en el restaurante del hotel en el último piso del edificio. Vengo de más de siete horas de viaje desde Caracas así que decido asearme un poco y salir de inmediato a comer algo. No salir del hotel me parece una buena elección, el frío y la lluvia no parecen animarme a salir a explorar. La ventana de la habitación da hacia el Palacio de la Moneda y recuerdo las fotos del incendio del 11 de Septiembre. Recuerdos lejanos de mi infancia. Pensando en el golpe y en Allende salgo distraido hacia el restaurante del último piso. Tomo nuevamente el elegante ascensor. Este llega a un piso que está uno por debajo del restaurant por lo que tengo que subir el último tramo por una escalera. Hay un bar antes del comedor por lo que decido echar un vistazo y pedir el trago de bienvenida que obsequia el hotel. Pisco sour ordeno en la barra. Observo la escena. Hay una música suave, la luz es algo tenue y las ventanas apenas reflejan las luces de lejanos edificios. La oscuridad no permite ver la cordillera. Pero se siente allí. En Santiago la cordillera nevada siempre está presente. Paso unos minutos en silencio bebiendo a sorbos el pisco cuando oigo algo de tumulto. Un grupo de hombres sube las escaleras y entra al bar. Son americanos. Unos pasan directamente al comedor a cenar, otros escogen la barra y hablan principalmente de deportes. Una docena quizá. Por el porte intuyo que quizás son de alguna empresa de construcción. A mi lado se sienta uno de los americanos. Es un hombre de color como de unos treinta años. Lo saludo. Me pregunta si soy chileno. Le digo de donde vengo y le comento del proyecto en la fábrica de papel razón de mi viaje a Chile. Le pregunto para quien trabaja. Me dice que es oficial de la fuerza aérea americana. Todos militares americanos. Parte de la misión americana en Chile. No digo nada, simplemente sonrío y me sumerjo en una banal conversación sobre beisbol, vino, pisco y aviones. Muy en el fondo de mi mente resonaba el bombardeo a La Moneda. Los desaparecidos, los exiliados, los relegados, la crisis política, la división entre hermanos, la dictadura. Problema de chilenos pienso, un desinformado venezolano no es el más indicado para juzgar lo que de verdad pasó. Pero si hubo mucho dolor. Y los militares americanos seguían presentes como en aquel momento.

8 comentarios:

Protheus dijo...

Excelente relato. Este blog está cambiando, sin dejar de ser el mismo. felicitaciones. Paso casi a diario.
Rolando.

Mónik dijo...

parece algo como "Confieso que he vivido".
Excelente post, como siempre....

Anónimo dijo...

Te sale leer un librazo q tengo por ahi sobre Pinocho. De pana q bien centrado, nada de propaganda de izquierda, todo debidamente documentado con los documentos desclasificados de la CIA, los q muestran dan ganas de vomitar, eso sin contar q hubo muchos q simplemente no desclasificaron, imagine usted q tendrian...

romrod dijo...

a Pinocho creo que le debo mi aversión a todo lo militar. ¿Será que de verdad son necesarios como nos quieren hacer ver?

KBULLA dijo...

Amigo ROMROD: Esa descripción nocturna de la ilusión que creaban los stops de los carros en la Alameda Bernardo O'Higgings, me hizo recordar (aunque no viene al caso) a Chabuca Granda y su Flor de la Canela..."del puente a la alameda".

Por cierto, cuando yo, personalmente, hago mención en torno a los ciudadanos nacidos en la casa del Tio Sam, utilizo la expresión estadounidense (otros dicen estadunidense; ambas aceptadas por la RAE) y no americano. Pues América es (guste o no le guste a los gringos) un continente. Por consiguiente, americanos somos todos.

Hay una festividad que se celebra en España, que lleva por nombre: EL DÍA DE AMÉRICA EN ASTURIAS. Con ella se rememora al inmigrante que vino, a este continente en general y no a esa nación norteña, en particular.

Hace muuuuuuchos años, un escritor venezolano (cuyo nombre no recuerdo) escribió un artículo en El Nacional en torno al uso incorrecto del gentilicio "americano". El artículo se titulaba más o menos así: ESTADOS UNIDOS: UNA NACIÓN SIN NOMBRE.

Lamentablemente, no lo conservo.

Saludos, compatriota americano. ;-)

romrod dijo...

también los llamo estadounidenses, pero en este caso en particular como ves es un ejercicio literario, aunque la anécdota es verídica. Y uno les dice americanos, gringos, yanquis, en el idioma hablado. Estadounidense suena a diccionario, a almanaque mundial. Aunque es correcto lo que dices. Recuerdo una vez al hijo de un amigo mexicano que pasó unas vacaciones donde unos amigos gringos en Atlanta. Allí este muchacho les discutió a los gringos que él también era americano porque México queda en América. El gringo peló los ojos y le replicó diciendo que ellos eran norteamericanos. Y el charrito les respondió que él también porque México queda en norteamérica. Jeje, te imaginas la cara de desconcierto del gringo. Y lo de una "nación sin nombre" es discutible. Quizás una nación sin gentilicio o algo así. Lo de "United States" les quedó como anillo al dedo ya que como sabes la palabra "US" significa literalmente "Nosotros".

Anónimo dijo...

Isabel Allende y Vos poeta...

Anónimo dijo...

¿América para los estadounidenses?
No, somos muchos paises y mucha diversidad como para dejar quitarnos un gentilicio; de Río Grande al Estrecho de Magallanes también somos Americanos.

Y estadounidense = united statesian
Así que no hay excusas.